Ayer salí de compras y me sorprendió el comprobar que en muchos centros comerciales ya están puestos los adornos navideños. ¡Qué barbaridad! Creo que este año se han pasado un poco, me dije.
Al mismo tiempo recordé que cuando estuve en China, en agosto de hace cinco años, quedé horrorizada al ver que en muchos establecimientos había árboles de Navidad y todo tipo de adornos expuestos, como si se tratara de lo más natural del mundo. No es que se hubieran adelantado, es que no se molestaban en quitarlos de un año para otro. Al preguntarle a la gente qué por qué tenían los adornos navideños puestos en pleno verano, nos contestaban con una inexpresiva sonrisa: Como son tan bonitos queremos lucirlos durante todo el año ¡Claro! no iban a decirnos, que si guardaban las estrellas, los angelitos, las campanas, etc, no habría manera de que los ingenuos occidentales cayésemos en las garras de ese mercantilismo voraz que nos acecha por todas partes.
Al mismo tiempo recordé que cuando estuve en China, en agosto de hace cinco años, quedé horrorizada al ver que en muchos establecimientos había árboles de Navidad y todo tipo de adornos expuestos, como si se tratara de lo más natural del mundo. No es que se hubieran adelantado, es que no se molestaban en quitarlos de un año para otro. Al preguntarle a la gente qué por qué tenían los adornos navideños puestos en pleno verano, nos contestaban con una inexpresiva sonrisa: Como son tan bonitos queremos lucirlos durante todo el año ¡Claro! no iban a decirnos, que si guardaban las estrellas, los angelitos, las campanas, etc, no habría manera de que los ingenuos occidentales cayésemos en las garras de ese mercantilismo voraz que nos acecha por todas partes.
¡Me encantan las fiestas! Cada vez intento vivir con mayor intensidad las tradiciones. Me vinculan al pasado, y al mismo tiempo me ayudan a ser más consciente del presente, a vivir con autenticidad los pequeños detalles, hacen que me sienta parte de la rueda de la vida, me transmiten serenidad.
Los ritmos y las cadencias, son importantes. No me gustaría vivir en una eterna primavera. Adoro los cambios de las estaciones. Por esta razón me parece esencial mantener "el tempo".
Primero celebraré el primer domingo de adviento, y ese día no comeré turrón, no, todavía no toca. Colocaré la corona de adviento y conforme vayan pasando los sucesivos domingos, iré encendiendo una a una sus cuatro velas.
Luego vendrá la constitución y ese día tampoco comeré turrón, no, todavía no toca. Ese día repasaré la carta magna y escudriñaré entre las distintas editoriales de los periódicos buscando alguna luz para esta España nuestra.
Los ritmos y las cadencias, son importantes. No me gustaría vivir en una eterna primavera. Adoro los cambios de las estaciones. Por esta razón me parece esencial mantener "el tempo".
Primero celebraré el primer domingo de adviento, y ese día no comeré turrón, no, todavía no toca. Colocaré la corona de adviento y conforme vayan pasando los sucesivos domingos, iré encendiendo una a una sus cuatro velas.
Luego vendrá la constitución y ese día tampoco comeré turrón, no, todavía no toca. Ese día repasaré la carta magna y escudriñaré entre las distintas editoriales de los periódicos buscando alguna luz para esta España nuestra.
Después celebraré "La Inmaculada o La Purísima" y le mandaré un beso especial a mi querida mamá, y rezaré la Salve y prepararé una comida muy rica, con un mantel muy bonito y a lo mejor busco azucenas para adornar la casa, pero tampoco ese día comeré turrón; no, todavía no toca.
Así seguiré disfrutando de los distintos acontecimientos que me vaya regalando la vida hasta el día de Noche Buena. Ese día cantaré Villancicos, prepararé una cena fantástica, recordaré el mensaje de amor y de paz de Dios en la tierra, y comeré mazapán y turrón, porque ese día sí, ¡Por fin, ya toca!
Y al terminar la Navidad diré: ¡Lástima! Qué poco han durado este año las fiestas. Y una vez más, el 7 de enero, mientras voy guardando los preciosos adornos navideños, escucharé un último villancico, y haré que suene muy bajito, porque ya no toca.
Y al terminar la Navidad diré: ¡Lástima! Qué poco han durado este año las fiestas. Y una vez más, el 7 de enero, mientras voy guardando los preciosos adornos navideños, escucharé un último villancico, y haré que suene muy bajito, porque ya no toca.
Cada cosa a su tiempo.
Son unas fiestas que, al margen de su significado religioso, están llenas de contenidos de tipo familiar y personal, moldeadas por el tiempo y el paso de historias, afectos cercanos y ausencias. Por eso comprendo que siendo eminentemente sociales existan tantas formas de vivirlas. Además, ese tan nombrado consumismo que parece desnaturalizar su espíritu original.
ResponderEliminarY de todas ellas, esta que nos cuentas me parece una forma espléndida de vivirlas.
Por eso, aprovecho para mandarte mis mejores deseos.
Y un abrazo navideño, aunque puede que todavía no toque.
Javier, siempre es buen momento para repartir deseos de Felicidad, de paz y de amor.Muchas gracias por tus felicitaciones.
ResponderEliminarEsa prematuridad en colocarnos a todos en un ambiente navideño mucho antes de lo que realmente toca, es uno de los motivos por los que cada vez me gustan menos estas fiestas.
ResponderEliminarTengo una amiga que dice "ojalá me durmiera el 23D y despertara el 8 de Enero". Buen plan, aunque de momento no me apetece sumarme a él ;)
No obstante, mis deseos de felicidad paz y Amor siempre estarán contigo.
Muchísimas gracias por tus buenos deseos Berni. Y me alegra mucho, que al menos de momento, quieras seguir formando parte de la vida y ayudando a llenar de sentido estas FIESTAS.
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