martes, 30 de junio de 2009

Estamos aquí

Ayer recibí un anuncio para un concurso de relatos convocado por Caja Madrid. Al principio, lo ojeé con desgana. Nunca he tenido interés en los concursos, esta vez sin embargo, decidí echar un vistazo. Me pareció genial, inalcanzable, pero fabuloso (15000 Euros). El chasco llegó cuando comencé a leer las bases: "Sólo para los privilegiados que hayan nacido después de 1974".

¡Lástima!, pensé en un primer momento, pero luego comencé a sentirme mal.

¡Ya estamos! Otro sitio dónde nos excluyen.

¿Por qué? ¿Qué pretenden? Si lo que hacemos está bien, qué más da que tengamos 30, 40, 50, 60, 70 ó quién sabe cuántos años más?

Comenzaron apartándonos en el trabajo:"Para esto ya sois muy mayores" "Y los "yogourtinos" a los que 3 años antes les habíamos enseñado todo lo qué sabíamos, se fueron haciendo los amos: congresos, trabajos de investigación, horas extra... Poco a poco van aprendiendo, pero, poco a poco. Aunque ellos se crean muy capacitados, siguen necesitando el apoyo de los veteranos.

De acuerdo, hay que ayudar a los jóvenes, pero creo que se tiene que ayudar sin excluir a nadie. No comprendo a una sociedad que prescinde de la experiencia y me da miedo pensar que estamos viviendo una época en la que la vitalidad y la esperanza se confunden con tener menos de 30 años. A mí me enseñaron que la creatividad y el dinamismo no era cuestión de edad sino de actitud. Como todos vovostros, por desgracia, yo también he conocido muchos viejos de 20 añós.

lunes, 29 de junio de 2009

Las dos Princesas

...- Lo que realmente me gusta es dedicarme a hacer juguetes. Exclamó la princesa llena de entusiasmo.
- ¿Cómo? ¿Hacer juguetes, dices? ¡Pero hijita! No te entiendo, contestó el padre, mostrando sorpresa y preocupación a la vez. Hacer juguetes no es una ocupación propia de una princesa. ¿Qué crees que conseguirás con eso? Tienes que pensar en algo que sea útil y trascendente para el reino. No puedes pretender seguir jugando durante toda tu vida.
- ¡Oh!, ¡No, padre! Yo no pretendo seguir jugando para siempre. No os preocupéis. Quiero hacer algo muy importante. He observado atentamente a la gente y me he dado cuanta de que todas las personas del reino, tanto adultos como niños, necesitan jugar. Es más, creo que sólo se divierten de verdad cuando juegan. Por esa razón quisiera prepararme para ser una buena juguetera cuando sea mayor.
A medida que la princesa hablaba, el rey se iba tranquilizando y cuando ésta terminó de exponer sus planes le dijo: ...

domingo, 28 de junio de 2009

Aros de Metal, Nombres de Piedra

...En cada familia había por lo menos un aro metálico y un gancho para dirigirlo. Lo más característico del País Sin Nombre, era el tintineo de los aros. Desde la mañana hasta la noche, a todas horas, se oía un alegre repiqueteo producido por los golpes del metal al chocar con la piedra de las calles. En cuanto tenían un rato, los niños salían a correr el aro. Les gustaba echar carreras para ver quién era el más rápido, qué aro sonaba mejor ó quién hacía las figuras más bonitas. A veces soltaban todos los aros a la vez y se quedaban extasiados mirando cuál era el último en caer. El juego resultaba tan entretenido, que en cuanto llegaban los días de fiesta, la ciudad se llenaba de gente de todas las edades con aros de colores...
Ya casi todos habéis podido escuchar al duende Colorin. Este año es en riguroso directo. Para los que no hayaís podido venir y tengáis ganas, os recuerdo que el próximo martes día 30 de Junio a las 18 horas estará de nuevo en el Estudio Arco Verde, en la calle Gutenberg 10, cerquita del Retiro en Madrid. Como todos los años, de nuevo admiraremos las pinturas de los niños del taller de creatividad infantil.
Nos vemos en esta clase especial de dibujo y pintura. Por supuesto si queréis comentar algo sobre el cuento... es el lugar ideal. Hasta el martes.

viernes, 26 de junio de 2009

Aros de Metal, Nombres de Piedra

...Lo que si recuerda nuestro amigo el duende Colorín, es que en aquel lugar por las noches, hacía muchísimo, muchísimo frío. Durante el día, sin embargo, lucía un sol espléndido y la temperatura era muy agradable.
El País Sin Nombre sólo tenía una ciudad, pero no como las de ahora, sino llena de casitas pequeñas, con calles de piedra, estrechas y muy empinadas. En el centro de la ciudad había una estatua, que representaba a un joven muy hermoso, de orejas grandes, que al igual que las de todos los paisinos eran sospechosamente puntiagudas. Los paisinos sentían un profundo respeto por aquella imagen, que se encargaba de buscar un nombre para cada uno de ellos y la consideraban un espíritu protector.
Cuando iban a tener un hijo, los papás, y a veces toda la familia, se acercaban a hablar con el joven de la estatua. Le explicaban los proyectos que tenían para el niño y aunque la figura no contestara, ellos sabían que los escuchaba, porque al día siguiente a sus pies, aparecía una piedrecita blanca con el nombre del futuro paisino cuidadosamente grabado en ella. La madre la recogía y se la entregaba a su hijo nada más nacer...