"Juro por Apolo el Médico y Esculapio y por Hygeia y Panacea y por todos los dioses y diosas, poniéndolos de jueces, que este mi juramento será cumplido hasta donde tenga poder y discernimiento.
A aquel quien me enseñó este arte, le estimaré lo mismo que a mis padres; él participará de mi mantenimiento y si lo desea participará de mis bienes. Consideraré su descendencia como mis hermanos, enseñándoles este arte sin cobrarles nada, si ellos desean aprenderlo.
Instruiré por precepto, por discurso y en todas las otras formas, a mis hijos, a los hijos del que me enseñó a mí y a los discípulos unidos por juramento y estipulación, de acuerdo con la ley médica, y no a otras personas.
Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento, será en beneficio de los enfermos y les apartará del perjuicio y el terror.
A nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin. De la misma manera, no daré a ninguna mujer pesarios abortivos. Pasaré mi vida y ejerceré mi arte en la inocencia y en la pureza.
No cortaré a nadie ni siquiera a los calculosos, dejando el camino a los que trabajan en esa práctica.
A cualesquier casa que entre, iré por el beneficio de los enfermos, absteniéndome de todo error voluntario y corrupción, y de lascivia con las mujeres u hombres libres o esclavos.
Guardaré silencio sobre todo aquello que en mi profesión, o fuera de ella, oiga o vea en la vida de los hombres que no deban ser públicos, manteniendo estas cosas de manera que no se pueda hablar de ellas. Ahora, si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro. "
¡Impresionante! ¡Qué fuerza! Me emociona el saber que todavía hoy hay universidades, como la Complutense de Madrid, dónde los licenciados en medicina, en su ceremonia de graduación, proclaman solemnemente este juramento.
No creo que durante el renacimiento, cuando en la Complutense de Alcalá de Henares se juraba públicamente, ninguno de aquellos licenciados, pertenencientes a una universidad dependiente de la Iglesia Católica de aquella época, se tomara literalmente el texto. Inconcebible en aquella sociedad monoteísta, creer en los dioses de la mitología.
Era una tradición, una especie de ceremonia de iniciación, en la que el nuevo licenciado se comprometía públicamente a actuar siempre en beneficio del paciente y sobre todo, contraía la obligación de no hacer nada que pudiera perjudicar a ningún ser humano.
El carácter de compromiso era entonces tan importante, que aquellos médicos que se apartaran de este código ético, podían ser denunciados ante los otros médicos y ante la comunidad.
Leyendo el texto tranquilamente, comprendemos fácilmente que a lo largo de su historia el ser humano siempre ha tenido las mismas preocupaciones y que el debate sobre la vida y la muerte siempre ha estado presente en la sociedad, no es nada nuevo.
Por otra parte, teniendo en cuenta que se trataba de una tradición, en la que lo importante era el juramento público de respeto a la PERSONA, no entiendo la necesidad de crear un documento alternativo para "adaptarlo" a "los tiempos modernos", cambiando incluso el nombre, de Juramento Hipocrático, a Declaración de Ginebra:
PROMETO SOLEMNEMENTE consagrar mi vida al servicio de la humanidad;
OTORGAR a mis maestros el respeto y la gratitud que merecen;
EJERCER mi profesión a conciencia y dignamente;
VELAR ante todo por la salud de mi paciente;
GUARDAR Y RESPETAR los secretos confiados a mí, incluso después del fallecimiento del paciente;
MANTENER, por todos los medios a mi alcance, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica;
CONSIDERAR como hermanos y hermanas a mis colegas;
NO PERMITIRÉ que consideraciones de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social o cualquier otro factor se interpongan entre mis deberes y mi paciente;
VELAR con el máximo respeto por la vida humana;
NO EMPLEAR mis conocimientos médicos para contravenir las leyes humanas, incluso bajo amenaza;
HAGO ESTAS PROMESAS solemne y libremente, bajo mi palabra de honor.
Esta declaración, a mi juicio, carece de la fuerza del texto antiguo, y creo que está en la misma línea de los que preconizan sustituir la palabra "paciente" por la de "usuario" o "cliente".
No se qué pensaréis vosotros, pero a mi me gustaría poder seguir siendo atendida por médicos que no tangan inconveniente en proclamar públicamente el Juramento Hipocrático, y prefiero, que me traten como paciente, más que como usuario o cliente.